Marcelino foi a por el pan, y mentras caminaba por a acera iva silvando ua melodía cualquera. Llevaba a cabeza gacha, miraba pra´l suelo y casi nun vía lo que tía de frente. Por eso tropezou, menudo susto llevou, con un tremendo homón de tres metros d´alto, a sensación foi como si chocase c´un penedo das mismas dimensiois que´l paisano. Y al paisano nun lle prestou miga. Tán pouco lle prestou que lo colleu por el pescozo y lo hergueu nel aire.
Al tremendo homón lo que si que lle prestaba eran as caras que poñía Marelino al tarse afogando, así que quedouse mirando pra el , mentras allí lo tía mangao. Hasta que chegou un guardia, el del pueblo, nun che había más. Este picoulle al tremendo homón con a porra por detrás y este xirou a cabeza instantáneamente, como si tuvera un resorte nel pescozo. Quedouse mirando pral guardia con a misma cara de chiste que poñía al mirar pra as caras que poñía Marcelino. Al guardia deulle a risa, contagioulla al tremendo homón y allí los vés a os dous ecarallándose, mentras Marcelino se afogaba, xa tía a cara morada y empezaba a poñérselle casi verde por algún llao. Daba verdadeiro noxo vello. Intentaba berrar pero tampouco podía.
El guardia intentaba explicarlle al tremendo homón:
-¡Solta a Marcelino ooh, que se ta afogando!
Pero el contestáballe:
-¡Non que me presta!- y seguíase rindo. Al guardia esto fíalle ua gracia espantosa, por lo que tamén seguía ríndose, y así tuveron durante un gran pedazo.
Entonces apareceu en escena el señor alcalde, que vía de firmar un convenio con nun sei que conseyería de nun sei unde, foran comer a un restaurante de lo más modesto, porque pagaban as arcas públicas y el señor era decente. Y vía repanchingao por a acera rememorando a comida y a conversación con as personalidades co´as que tuvera falando y tal, enfrascado el nel asunto, condo se topa de frente co´el percal.
-Pero hombre, si está aquí el señor guardia de este pueblo nuestro. Poniendo un poco de orden supongo.
-Jua, jua, si señor alcalde, aquí nos encontramos jua, jua, jua.
-¿Que le hace tanta gracia?
-Se que es cruel pero no puedo parar de reirme, ¿no ve la cara que pone Marcelino cuando lo ahogan? jua, jua, jua.
-Pues si que es simpático si, ¡pero no me diga señor guardia que una persona cabal como usted no es capaz de controlarse un poco, hombre, y poner a este tarugo a disposición de las Fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, por fabor!
-Pues va a ser que no señor alcalde, se lo digo con todo el respeto del mundo, pero no puedo, jua, jua, jua.
-¡Hombre, no me toque los cojones señor guardia! Ahí le dejo, arrégleselas como pueda que tiene que venir conmigo hasta el ayuntamiento, ¡venga, venga!
De repente el tremendo homón parou de rirse:
-¡Mecagondios guardia de merda, como me toques mátote!
Al guardia tamén se lle quitaron as ganas de rirse:
-¡Atrévete grandullón de los cojones, a que vas p´al cuartel!
-¡A que nun podes comigo!
-¡A que podo mecagondios!
Y deulle ua patada nos güevos que lo deixou picha parriba.
Marcelino por fín quedou liverado, mansuñando el pescozo, que pensaba que xa nun lo tía y tosendo que casi nun podía respirar, agradeceulle al guardia lo que fixera por el:
-¡Mil gracias señor guardia, Dios llo pague!
-Un placer, Marcelino, un placer. A mandar. Vou pra´l Ayuntamiento que me mata el señor alcalde.
Y esta e a historia de condo Marcelino foi buscar el pan.
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