El otro día vi una película de Michael Haneke, director de cine austriaco, en la que un matrimonio se suicida, llevándose con ellos a su única hija, de unos seis años de edad. Una de las escenas más emotivas es cuando el padre mira por última vez la calle en la que vivían al entrar en su casa para no volver a salir con vida. Ese es uno de los escasos momentos en los que se puede atisbar emoción en el rostro de este personaje a lo largo de toda la cinta, ya que se trataba de una familia en la que la apatía reinaba absolutamente. Resulta curioso que sea en ese momento en particular, o no tanto.
Puede que no tanto, porque las cosas sencillas, como la calle en la que vives o “lo que se ve desde a ventá”, son de las que más nos emocionan, que más añoramos cuando estamos ausentes de nuestros hogares, que mejor nos hacen sentir cuando regresamos a casa, aunque a veces no nos demos ni cuenta. Para mi no tiene parangón el estar sentado tranquilamente en algún lugar, donde siempre lo hiciste, o en alguno nuevo que encontraste si es que estás ausente, como yo, de tu lugar, el mio es donde nací.
Puede que no tanto, porque las cosas sencillas, como la calle en la que vives o “lo que se ve desde a ventá”, son de las que más nos emocionan, que más añoramos cuando estamos ausentes de nuestros hogares, que mejor nos hacen sentir cuando regresamos a casa, aunque a veces no nos demos ni cuenta. Para mi no tiene parangón el estar sentado tranquilamente en algún lugar, donde siempre lo hiciste, o en alguno nuevo que encontraste si es que estás ausente, como yo, de tu lugar, el mio es donde nací.
Tomando el aire, mirando las nubes pasar, mirando como se refleja la luz en un charco, en el camino mojado... Y desde ahí, hacerle caso a Herman Hesse, y dar rienda suelta a la cabeza para que repase tu vida, la de los demás, la historia de la humanidad entera, el lo decía en “Siddharta” mucho mejor que yo aquí, evidentemente. Pocas cosas hay mas importantes en la vida que encontrar ese lugar desde el que poder soñar, viajando una y mil veces por nuestra mente, caracoleando entre recuerdos, emociones, reflexiones, o lo que sea. Quizás sea lo único necesario para algunas personas. Parece tópico ya, pero esto el dinero nunca podrá pagárnoslo.
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